En lo que llevamos de año, 55 mujeres han fallecido a causa de la violencia de género en nuestro país. Una cifra espeluznante si tenemos en cuenta que estas cifras igualan las cifras del pasado año 2009, cuando a día de hoy todavía faltan dos meses y medio para que finalice el año.
Cifras horribles, que esconden detrás un nombre, una familia y una historia personal, aunque a veces la frialdad de los números nos hagan olvidar que detrás de los datos hay casos reales de mujeres que hoy no están con nosotros por culpa de un enfermo que decidió por su cuenta y riesgo acabar con la vida de alguien a quien consideraban de su propiedad.
Nuestra sociedad debería reflexionar sobre este hecho en particular, sobre los motivos por los que hay hombres que todavía asesinan a las mujeres, sobre los motivos por los que muchas mujeres todavía no se atreven a denunciar, y sobre la violencia en general que respiramos día a día en el cine, en la televisión y en la rutina diaria.
Lamentablemente, estamos aprendiendo a convivir con la violencia. Estamos aprendiendo a mirar hacia otro lado. En definitiva, estamos construyendo una sociedad permisiva que acepta la violencia como uno de sus males, mientras dejamos que nuestros niños y adolescentes la absorvan en películas y series.
Nuestra sociedad debería reflexionar sobre el modelo de mundo que estamos dejando a nuestros hijos, y dejar de ser tolerantes con cualquier tipo de violencia. La de género, y también la de las palizas a los mendigos, a los gays, o a cualquiera que sea diferente o que se interponga ante el agresor en una noche de juerga. Porque tal y como decía Mahatma Gandhi, no hay camino para la paz, la paz es el camino. Y la tolerancia hacia la violencia debería ser cero.
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