Suena a décadas pasadas, pero la situación entre las dos Coreas está al rojo vivo. Tras el ataque de Corea del Norte a Corea del Sur, y a pesar de la contención que están mostrando desde Seúl, la guerra puede estallar en cualquier momento.
En una situación anacrónica, en la que las situaciones bélicas son cada día más difíciles de comprender, la noticia es cuando menos inquietante. El ataque norcoreano a la península de Yeongpyeong es el primer bombardeo contra territorio surcoreano desde el ya lejano 1953, y deja en evidencia la frágil estabilidad que hay en la región.
Corea del Norte, acorralada por su axfisiante situación económica, por la hambruna generalizada de su población, y por el aislamiento internacional tras descubrirse que el régimen de Pyonyang tiene un programa de enriquecimiento de uranio para fabricar una bomba atómica que se encuentra en una fase más avanzada de lo que se pensaba.
Frente a la locura del norte, Corea del Sur y la comunidad internacional deben poner toda su capacidad de diálogo y persuasión sobre la mesa. En primer lugar, evidentemente, por la pérdida de vidas humanas. No en vano, Corea del Norte es un país acorralado que en caso de guerra no dudaría en usar ese millón de soldados en invadir el sur, y en bombardear Corea del Sur, con su capital incluida, y el carcano Japón. Por no hablar de la desestabilización de la región y del peligro nuclear latente que hay en la zona.
En favor de la paz, por una vez, juega también la economía. Corea del Sur es la cuarta potencia económica de Asia, y en este contexto de crisis económica, el país no podría aguantar una guerra. Ni Corea del Sur, ni el resto del mundo pueden permitirse una guerra en difíciles momentos que no están tocando vivir. Pese a las amenazas y las provocaciones del norte, la comunidad internacional debe hacer todo lo que esté en su mano para evitar un nuevo conflicto que causaría miles de víctimas civiles, y que dejería de nuevo en evidencia la incapacidad de las grandes potencias para tratar de evitar hechos tan lamentables como este.
Y lo más triste de todo es que mientras los líderes de Corea del Norte provocan una situación que podría desencadenar en una guerra, su población se muere de hambre. No hace falta ver las imágenes de niños demacrados en los hospitales y orfantatos. Simplemente hay que realizar comparaciones entre los dos países. Mientras en el norte, el gasto militar alcanza el 33% del PIB, con un ejército de 1.200.000 soldados, y una tasa de mortalidad infantil que alcanza a 50 de cada 1.000 niños nacidos, en el Sur, con el doble de población, el gasto militar se queda en e2,8%, mientras que su ejército tiene 687.000 efectivos, y la tasa de mortadlidad se queda en el 4,24 por cada mil nacidos. Las cifras, cantan solas.
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