TODA la retórica de la superación, el mérito y el esfuerzo se queda en mera cháchara cuando Teresa Perales despliega como quien abre un piano esa sonrisa con la que podría atracar un banco.
La superación es ella. Una mujer iluminada desde dentro por una voluntad que tiene la energía de una central eléctrica, de un reactor atómico. Parapléjica desde los 20 años, decidió que no habría en el mundo ningún obstáculo que le impidiese vivir con la intensidad que exigía su carácter arrollador, entusiasta, de una potencia expansiva y contagiosa. Que podría tener hijos, conducir coches, subir escaleras, hacer política, llevar tacones. Y nadar, nadar como una sirena, como una campeona, como un pez. Vaya si nadó: nadó hasta conseguir 22 medallas olímpicas…
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