Hemos vivido su angustia durante las últimas semanas. Con la respiración contenida, hemos sufrido casi casi en directo el drama de estos 33 mineros y de sus familias ante un rescate que se antojaba prácticamente imposible, pero que finalmente ha tenido un final feliz.
Un final feliz que no suele darse en estos casos, y que viene genial en un momento como este en el que estamos tan faltos de buenas noticias que mantengan nuestra ilusión colectiva. Por eso, desde aquí, desde este humilde blog, quiero enviar un fuerte abrazo a esos 33 mineros que han vuelto a nacer, además de felicitar a las autoridades chilenas por este gran esfuerzo que finalmente ha tenido su recompensa.
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