Si tuviera que definir mi estado de ánimo en estos momentos, tras la detención de Marta Domínguez acusada de suministrar sustancias dopantes, la definiría como de tristeza. Tristeza por la caída de un mito si llegaran a ser ciertas las acusaciones. Tristeza porque noticias como esta ensucian el mundo del deporte. Y tristeza por la imagen negativa que se está transmitiendo del ámbito deportivo, que debía ser adalid de la legalidad, de la deportividad y del juego limpio para el resto de la sociedad.
Marta siempre ha sido uno de mis referentes en el mundo del deporte. De hecho, aún recuedo sus primeras carreras, la primera vez que ví correr, o sus primeros triunfos, y la ilusión con que los recibí. Por eso, siento tanta tristeza por todo lo que está pasando. El dopaje ha derribado otro mito, incluso sin saber si es culpable o no, ya que de una acusación tan grave como esta es complicado salir sin consencuencias, aunque al final se decida que el acusado, o a la acusada en este caso, se es inocente.
De momento, la investigación sobre la Operación Galgo sigue abierta y bajo secreto sumarial, por lo que habrá que esperar a ver los resultados, atendiendo especialmente a la presunción de inocencia, un derecho básico de nuestro estado constitucional. Pero el sólo hecho de leer la noticia en los medios, y en la influencia que este tipo de hechos pueden tener sobre los deportistas más jóvenes, o sobre los niños que aspiran a convertirse en un deportista de élite, son tristes y demoledores.
Los deportistas nos hemos convertido en los modernos ídolos que representan el esfuerzo y el tesón, frente al triunfo fácil que se está imponiendo en la sociedad actual. Cuando un deportista gana, no sólo es un triunfo personal. Supone un triunfo para la constancia, para el trabajo duro y para toda la comunidad que representa.
Y por eso, cuando un deportista se deja arrastar y decide hundirse en el mundo del dopaje para aumentar sus éxitos y mejorar su ego, mancha, ensucia y pone bajo sospecha injusta a los deportistas que sí que somos legales y que jamás se nos ocurriría recurrir al dopaje para mejorar nuestros récords. Una pena que en este momento en el que estamos tan faltos de valores y de referentes, algunos se empeñen en destruir un mundo que todavía genera ilusión sana en mucha gente.
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